Decíamos ayer...
Los
periódicos se dedican a desinformar, de eso se trata. Todavía hay
gente que cree en “El País”, ese medio cuyo vuelco a la derecha
es vergonzoso porque hace tiempo que responde a los intereses de ese
“socialismo” de pacotilla que nos han vendido y en el que se
vierte continua ideología y se sigue azuzando a la masacre de los
pueblos, como hicieron con Libia, hacen con Siria, siguen con Cuba y
Venezuela, Corea del Norte y cualquier país que signifique una
amenaza a esta sociedad “idílica” en la que viven muchos, pero
de la que disfrutan tan solo unos cuantos. A éste se le han unido
todos los demás, diarios “progresistas” que venden
desinformación y no se salva ninguno. Y así se crea una ciudadanía
desinformada que es lo que se pretende, una población en la que
arraigue ese mensaje de “falta de libertad”, de “falta de
democracia”, que sacan a relucir siempre que les interesa en un
conflicto en el que hay que apoyar a EEUU y sus secuaces. Escenas
manipuladas de niños heridos, mujeres violadas, hombres torturados,destrucción
y miseria que impidan ver más allá y les permita ir expoliando
pueblos.
No
importa que los países hayan escogido democráticamente a sus
líderes, ni que hayan constituciones aprobadas por sus parlamentos,
da lo mismo poner en el poder a extremistas musulmanes o católicos,
o que lleguen fascistas, no importa y no les ha importado nunca.
Pero
existe una clase media (en extinción, ya que o bien se ha proletarizado o bien una minoría enriquecida forma ya parte del
establishment) pero la que queda todavía cree que es posible que con
el décimo de la lotería, la primitiva, el número de los ciegos,
las apuestas o el chanchullo, pueda dar el salto y llegar a
pertenecer a la élite.
Esto
es lo que hacen creer; que en el capitalismo falla la gente, no el
sistema. Por eso tampoco importa airear la corrupción, el fraude
sistemático, el amiguismo, etc. No pasa nada, la culpa es siempre
de “personas”, que tras el escándalo pasan a disfrutar de otro
tipo de prestigio, el prestigio de haber sido capaz de robar más que
otros y aprovecharse del sistema.
Todo
pensado para dar trabajo a “todo” el mundo.
Despachos
de abogados que viven de eso, de aprovechar prescripciones, o
provocarlas, de buscar los resquicios de la norma para enriquecerse.
Da lo mismo que sean ladrones, sinvergüenzas sin escrúpulos o
narcotraficantes.
Esa
“libertad” que sale a la luz, para regodeo de los poderosos,
cuando ya no puede nada más escandalizar y porque se ha creado ese
mecanismo de la ”indefensión aprendida” que tiene el poder de
anestesiar pensando que las cosas son así y no pueden cambiar y es
mejor “resignarse”.
El
escándalo, el estafador de medio pelo, la corruptela, parecen formar
parte de la vida cotidiana y de la idiosincrasia del país y el
estafar a las Mutuas, a Hacienda, a la Seguridad Social, al paro..., se minimiza
siempre comparando lo que roban los de guante blanco. Tal vez es
comprensible que la necesidad obligue al chanchullo, que el hambre
incite al robo y bien es cierto que ahora son solo culpables quienes
no tienen dinero, pero esto no es óbice para que la ética personal
vaya introduciendo valores de honestidad porque, de lo contrario,
estamos propiciando que se justifique desde lo personal a los que
llegando al poder hacen lo mismo. Quién no ha oído la frase, “yo
hubiera hecho lo mismo si pudiera”, “éste es tonto porque lo han
cogido”... Así nos hermanamos con delincuentes y perdemos
capacidad moral de crítica. Una sociedad en que cada vez están más
distanciadas la moral, la ética y la legalidad tendría que hacernos pensar en profundidad.
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