Los malos no siempre tienen cuernos, cola y desprenden azufre.


Cartel editado por la Sección Femenina recién acabada la Guerra Civil


Soy de izquierdas, marxista y atea, aunque mi familia sea de derechas (incluso alguno vote Vox ) y a mi abuelo, que fue alcalde de su pueblo por el partido liberal, lo fusilaran recién comenzada la guerra civil, imagino y según explican, por rencillas y envidias, que es por lo que fusilaban en muchos pueblos al comienzo de la guerra. Por ideario familiar fui a una escuela de la Sección Femenina (1). En esa escuela cursé la mayor parte de mi bachillerato y en ella aprendí a escuchar música clásica, nutrición, cocina y economía doméstica. Tuve muy buenos profesores y las únicas mujeres que pertenecían a la Sección Femenina eran las monitoras de gimnasia, política social y labores. Fue allí la primera vez que me hablaron de marxismo, de comunismo y de socialismo, no lo recuerdo con odio, es más, intentando cierta objetividad. Izaban una bandera o banderas, que parecían más las de un barco pirata después de una contienda, y en vez del “Cara al sol” que solo se cantaba de vez en cuando, entonábamos “Montañas Nevadas” y no entendía la letra ni la emoción con la que la cantaban. Me sorprendió siempre el que al pasar lista tenías que decir "viva España" y dejar el "presente" para los muertos "por la patria", y también que el clásico y ruidoso aplaudir, fuese substituido por el movimiento en el aire de las manos. Las oraciones eran benedictinas y las cantábamos a la entrada y a la salida del colegio y era difícil mantener la compostura y no reírnos; pasaban revista de nuestra indumentaria antes de entrar, y tenías que tener los zapatos lustrosos; llevábamos un uniforme muy moderno, al igual que nuestras batas que eran verdes, rematadas con un tapapuntos de flores. Muchas niñas estaban internas y eran de familias importantes de la burguesía, pero otras, las que vivían cerca, disfrutaban de una beca. Recuerdo a una compañera que solo estuvo unos meses con nosotras y fue mi compañera; era morena, con unos brillantes ojos negros, hija de un periodista al parecer muy conocido; se llamaba Cristina Narbona, pero al ser nombrado corresponsal en otro país, tuvo que abandonar la escuela. Nos visitó alguna vez, Pilar Primo de Rivera y, llegada a mi clase, me hicieron saludarla y estuvo charlando conmigo, felicitándome por mis estudios. La recuerdo como una mujer mayor, recatada y austera, de trato cariñoso y mirada triste, que me despidió con un abrazo. Tiempo más tarde, otra mujer a la que admiré muchísimo, Dolores Ibarruri, ya muy mayor, con su cabello canoso recogido en un moño, su dulce sonrisa y semblante sosegado, me abrazaría diciéndome que su fuerza se la daba el comunismo; un recuerdo cargado de emoción que me acompañará siempre. Leí las obras completas de José Antonio Primo de Rivera que corrían por casa y fui aprendiendo a ver lo que escondía la emoción y la vehemencia de sus discursos, esa pretendida sociedad sin clases, pero con clases; el atribuir al comunismo el querer arrebatarles la familia y la religión... Entendí cómo llegaron a arraigar sus ideas de reforma agraria y de crítica al modelo democrático con sus discursos viscerales, que reflejaban las contradicciones de los intereses de clase que defendían los partidos en esa Segunda República. Esas ideas eran bien vistas por los más desfavorecidos, que esperaban una salida rápida de su miseria; después, llegaría la hora de tocar a rebato y la violencia surgió como una consecuencia natural a la crispación; nos tendría que dar ahora qué pensar.
Aprendí a ver la política de cerca, leyendo periódicos y dándome cuenta de las contradicciones del paternalismo; y esos fueron los cimientos que hicieron que, más tarde, intentase colaborar, en la medida de mis posibilidades, en derrocar al régimen franquista.
Hemos de encontrar la manera de impulsar el pensamiento crítico y despertar la inquietud que hace avanzar y, así, poder discernir dónde podemos buscar la verdad y que no nos engañen. No me arrepiento de la educación que recibí en mi casa; me educaron en el esfuerzo y viví siempre con planteamientos éticos y solidarios, seguramente esos que se pueden permitir los que no viven al límite, y aunque mi familia, después del asesinato de mi abuelo, fue una familia venida a menos, la ideología de clase sobrevivió; a pesar de eso nunca oí hablar de odio ni de venganza y vivimos n la más absoluta austeridad. La educación que recibí en la escuela, al margen de la ideología que evidentemente no defiendo, debiera haberla recibido toda la juventud, sin distinción de sexos, y haber buscado hombres sensibles, cultos y polivalentes y no haber intentado hacer mujeres soportes de esos hombres, a los que les esperaba luchar por esa patria “una, grande y libre”, y progresar económicamente para ser el sostén de la familia. La ideología de los vencedores, el imbuir pasividad y miedo, solo se puede combatir teniendo las ideas claras para no sucumbir a cantos de sirena.
Es más fácil, creo, ser de izquierdas con una familia de izquierdas, que con una familia de derechas y más en una época en la que la igualdad de sexos no existía y nuestro futuro estaba marcado por el machismo y el autoritarismo. Mis ideas conllevaron mi aislamiento familiar; tirar adelante fue una imperiosa necesidad y dejé mi adolescencia y mi juventud aparcadas por el camino. A pesar de todo pude construir mi pensamiento, razonar mis acciones y escudriñar en la historia con una herramienta fundamental que fue, y es, el “materialismo histórico”. La antropología me abrió ventanas y puertas con las que ver el mundo. El estudio de la salud mental y profundizar sobre la ciencia me dio herramientas y la neurociencia ahora me ha abierto a una dimensión apasionante. Me alegra que no me hayan vencido todavía, que siga con mis inquietudes, aunque seguramente nadie lo sepa; me alegra haberme podido hacer a mí misma y, aunque me queden heridas abiertas que nunca cicatrizarán, puedo seguir confiando en mí y tirar adelante. ¡Pero ha sido muy duro el precio a pagar!

(1) Me parece increíble que no haya en internet ninguna referencia a esas escuelas que ya no existen y forman parte nuestra historia, (además, las escuelas las escogen los padres) y en cambio existen instituciones fascistas en activo. ¿Qué quieren o a quiénes quieren esconder de su pasado?

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