El muro.
La torre de Babel. Pieter Bruegel, el viejo. |
Me siento consternada,
esa es la palabra. Rodeada de noticias que, como una muralla, se
elevan infranqueables. Cada día se suceden como ladrillos que se
juntan con esa argamasa pegajosa hecha de engaño y de mentiras que
solidifica rápido sobre los cimientos de la ignorancia.
El arquitecto mira los
planos y sonríe complacido, los materiales no son buenos, pero poco
importa si lo que se pretende es cercarnos. Algún intrépido se alza
de puntillas y mira, los ve sonriendo, ajenos a nuestro dolor e
incertidumbre. Pocos llegan ya a esas alturas, unos se han resignado
y se miran. Otros vociferan y exclaman, cuando nadie oye, solamente
los que están cerca, los de fuera son ajenos. Alguien grita -...¡a
por ellos! Y las voces chocan contra el muro...
Dentro, han dejado unos
cuantos perros con bozales, ladran al oír los gritos... Hay gente
que temerosa se esconde. Muchos no han visto el muro, están
encerrados en su cubículo, ajenos a todo. Pero cuando miren, el muro
será ya muy alto. ¿De qué servirán los gritos?... se oye decir a
alguno. ¡Un pico, necesitamos un pico! Uno ha encontrado una
escalera y sube y mira. ¡Hay otros muros!¡Algunos incluso más
altos!
No hacen bien el muro y
seguro que caerá, comentan unos. Pero el muro sube. La argamasa es
débil, la lluvia la deshará, comentan otros.
No sé si tengo tiempo,
no sé si he vivido poco o mucho, no sé ni tan siquiera si he
vivido. Siempre en este cercado de temor. No puedo esperar lluvias,
ni tormentas, ni nieve, ni más tiempo. Quiero ver la luz que ya
escasa se cuela tras el muro. Quiero recuperar amigos, hermanos que
dejé y que aún no conozco, hijos que perdí... Quiero oler los
campos que ahora me tapan. Quiero ver la primavera que florece y
recuperar el tiempo que me roban de esta efímera vida mía.
Son los cimientos que
debemos socavar. Todo caerá si ellos se hunden. Me siento
consternada, esa es la palabra, hay veces que pienso que no puedo
más. El tiempo, mi tiempo es ahora.
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